miércoles, 3 de julio de 2013

realismo surreal

      Dos décadas después de su pase en una de nuestras añoradas Semanas de Cine, el personal de Ádega rescata para goce de nobles y plebeyos la que es considerada unánimemente como la obra cumbre del maestro Fellini, la desbordante, ancestral, y por más que adjetive la no menos virtuosa Amarcord.
      El epicentro de esta historia lo constituyen las vivencias de un grupo de febriles adolescentes en el contexto de la Italia de Mussolini. Lejos de situarla en alguna ciudad barroca llena de imaginería, como haría con Roma en su ancestral Dolce Vita, esta vez Fellini optó por envolver los recuerdos de juventud en la pequeña atmósfera de su Rimini natal.
      La película está llena de guiños reconocibles por fellinianos, desde la cotidianeidad de una escuela o una casa hasta la sátira de una manifestación fascista, pero son los detalles colectivos situados en un tiempo concreto los que tiñen las imágenes de recuerdos valorables y cuando adquieren toda su importancia. Es lo que Fellini denominaba ‘paisaje humano del filme’. La galería de personajes y las relaciones que establecen en un contexto histórico son capaces de provocarnos altas dosis de hilaridad (la escena de la estanquera), lo que no esta reñido con otros momentos inolvidables llenos de lirismo y ternura (los chicos balanceándose en el viento). Sobre todos ellos planea la sombra del fascismo, aunque diluida en una especie de juego satírico que se ríe de su acartonada grandilocuencia (la manifestación de los ‘camisas negras’).
      Las miserias cotidianas, la sexualidad que aflora, los sueños y las fantasías terriblemente libidinosas, las prostitutas... Todo un catálogo del universo perdido aplicable al pueblo de infancia que soportó nuestro vacío adolescente. Unos personajes que no logran separar lo serio de lo cómico, y aún así toman conciencia de su condición irrisoria y tragicómica. La alegría de la primavera, el vigor del verano, la melancolía del otoño y la tristeza del invierno. Nadie pintó el ciclo de la vida tan magistralmente como Fellini, si exceptuamos claro está a un tal Ingmanr Bergman. Porque la grandeza de Amarcord no reside tanto en ser una gran película sino en que vuelva a resultar una gozada su contemplación.

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Amarcord (Italia, 1973).
Director: Federico Fellini. Intérpretes: Magal Noell, Pupella Maggio, Armando Brancia .
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